Una
ciudad secreta
Cuenta
una vieja leyenda que un niño y su perro se perdieron un día en el
bosque.
El
niño, Fernando, era inteligente, alto, un poco flaco y bondadoso.
Sus
pelos eran negros, su boca pequeña, su nariz mediana y sus ojos de
color negro.
Le
gustaba mucho jugar, después de hacer la tarea, con su perro en el
pueblo donde vivían.
Su
perro, Wauf, era grande, peludo y gordito.
Tenía
unos pelos de color marrón claro, una nariz grande y unos ojos que
resaltaban en color verde.
Le
gustaba mucho la comida que les ponía y tenía mucha amistad con su
amigo.
Vivían
en un pueblecito, cerca de unas montañas; en las afueras había un bosque
muy grande, lleno de secretos escondidos. Su pueblo era pequeño,
con pocos habitantes, con pocas casas, pero con muchos árboles y
jardines. Sus casas eran de color blanco o azul claro, bajas y
anchas.
Parecía
que siempre estaban en verano, porque hacía mucho sol en todas las
estaciones.
Un
día en el que Fernando y su perro estaban jugando a la pelota, se les escapó.
Cuando
la cogieron, vieron que estaban cerca de la montaña y decidieron explorarla.
Al
final de la montaña estaba la entrada al bosque, donde vieron un letrero que ponía:
¡Cuidado, bosque desconocido!
El
niño, como le gustaba las aventuras, quiso entrar.
Allí
había muchas plantas y muchos árboles.
Su
perro encontró un agujero que llevaba a una cueva y al final
llegaron a una ciudad de hadas y duendes que no se llevaban muy bien
Todos
se sorprendieron al ver a un humano en su ciudad secreta.
El
niño les dijo que no tuvieran miedo de él, porque no les iba a
hacer nada malo.
Al
pasar el tiempo, los habitantes de la ciudad se hicieron muy amigos de
ellos.
Fernando les dijo que tenía un problema, se habían perdido en el bosque y no sabían volver.
Las
hadas y los duendes les dijeron que si él les ayudaba a resolver sus
problemas, les ayudarían a volver a
su casa.El problema que ellos tenían era que no se llevaban bien duendes y hadas.
Fernando
les dijo que no lo entendía, porque tenían mucho en común.
Y
ellos le preguntaron que tenían en común.
El
niño les dijo: por ejemplo los dos sois mágicos, pequeños, sabios
y divertidos.
Y
si estáis juntos acabareis la ciudad más rápido.
Las
hadas y los duendes pensaron que estaba muy bien lo que les había
dicho el niño.
Al
final, el rey duende y la reina hada se enamoraron y concedieron un
deseo al niño y a su perro.
Decidieron
que el deseo sería volver a su casa.
Y
lo hicieron.
Se
despidieron y, al llegar a su casa, vieron que el tiempo se había
parado mientras estaban en la ciudad de las hadas y los duendes.
Y
así acaba la aventura de Fernando y su perro.